Cuando todo sugería que la economía mundial mostraría un buen dinamismo, de la mano del acuerdo comercial entre EEUU y China, llegó con una fuerza inusitada el coronavirus que ha paralizado parte importante de la actividad económica global. Enfrentamos un complejo escenario que conllevará un costo económico elevado, con alto impacto en el mercado laboral y en las empresas, especialmente en pequeñas y medianas, que por su naturaleza son más vulnerables.
La recesión mundial ya es un hecho y, como respuesta, buena parte de los países han implementado masivos estímulos. Del lado monetario, las tasas de interés han alcanzado nuevos mínimos históricos, al tiempo que se ha buscado fortalecer el canal crediticio. Los planes del lado fiscal involucran cifras siderales, de entre 5% a 20% del PIB dependiendo de la economía, buscando proteger a los sectores más expuestos. Así, han comenzado a escribirse nuevos capítulos en los textos de economía.
Por lo pronto, en materia sanitaria la estrategia apunta a acorralar al Covid-19 de forma de reducir los contagios y superar la emergencia. Mirando hacia adelante, surgen lecciones que debemos asumir con responsabilidad, al tiempo que comienzan a instalarse cambios culturales profundos en nuestra sociedad. Como bien decía Einstein, en una de sus tantas célebres reflexiones: «En las crisis nace la inventiva, la creatividad». Sin crisis, no hay desafíos. Debemos trabajar duro, especialmente una vez que retomemos la normalidad, de forma de recuperar con rapidez la actividad económica.
A nivel global, la magnitud del impacto sanitario y económico que estamos sufriendo muestra que no estábamos preparados para lo que vino. Al inicio se actuó con displicencia, lo que ha conducido a situaciones muy duras en algunos países. En palabras de Yuval Noah Harari: «Hemos sido testigos de un rotundo fracaso colectivo de liderazgo mundial». El nacionalismo que ha emergido con fuerza en algunos países ha socavado la cooperación internacional como estrategia para enfrentar una crisis de esta naturaleza. Puede ser que aprendamos la lección y se refuerce la globalización como el camino para avanzar hacia el desarrollo, contrariamente a lo que algunas voces han comenzado a pregonar, y se fortalezca la seguridad sanitaria.
La cuarentena que se ha ido aplicando selectivamente en nuestro país, así como las restricciones impuestas al comercio, van a cambiar de forma definitiva la manera en que trabajamos y nos relacionamos. Se advertían ya avances en el uso de aplicaciones digitales, al tiempo que se fortalecían los canales de distribución, a veces tímidamente, mientras el teletrabajo aparecía como algo excepcional. Pues a contar de ahora, esa evolución se acelerará dramáticamente. Como nunca, las empresas deben prepararse velozmente a un cambio cultural inminente. Algunas se han adelantado, producto de la adaptación que sobre la marcha han debido hacer dado el escenario que dibuja la crisis.
Hemos enfrentado este tremendo shock en medio de la crisis social, y por tanto en una posición económica debilitada. Esto nos debería llevar a la reflexión, dando cuenta de los elementos más esenciales de una sociedad. Debemos valorar con mayor fuerza la institucionalidad, la cooperación, el respeto por el prójimo, de forma de fortalecer los pilares que nos permitan responder efectivamente a situaciones complejas y no comprometer nuestro camino al desarrollo. Vemos, entonces, que se han abierto oportunidades en este escenario desafiante; no dudemos en hacerlas propias.
Fuente: Diario Financiero, abril 06 de 2020