Por David Villaseca
En septiembre pasado se publicó el Índice Global de Innovación de la World Intellectual Property Association, con el que se construye el ranking de innovación por países a partir de una serie de indicadores de cada economía. Según este ranking, Chile lidera la región de América Latina, seguido por Brasil y México, debido principalmente a la fortaleza de sus instituciones y el respeto al estado de derecho.
Pero en el ámbito global, Chile ocupa la posición número 50, y respecto de los países con ingresos per cápita similares, ocupa la posición número 40. Sumado a esto, de acuerdo a la OECD, Chile invierte sólo el 0,35% del PIB en I+D, superando sólo a México (dentro de la OECD), mientras que otros países como Finlandia, Nueva Zelanda y Grecia, invierten el 2,8%, 1,4% y 1,2% de sus respectivos PIB, por dar algunos ejemplos.
Más aún, en el ámbito de los commodities, tenemos desventajas competitivas importantes en comparación con países asiáticos, quienes han venido penetrando nuestros mercados con fuerza.
Todo lo anterior hace pensar que puede ser una buena idea innovar para generar nuevos productos diferenciados y obtener mayores márgenes. ¿Pero cómo hacemos innovación?
La innovación, entendida como el desarrollo e introducción al mercado de nuevos bienes o servicios, es una actividad compleja, que involucra generación de nuevas ideas, colaborar con instituciones de I+D y diseñar nuevas estrategias de negocio, y en cada una de sus actividades conlleva riesgos que pueden ser difíciles de asumir, por lo que requiere, por parte de la dirección de la empresa, compromiso, convicción y resiliencia.
¿Cómo podemos lograr esto? Identificando oportunidades de negocio. Desde el punto de vista del negocio, no hay como un prospecto esperando por un nuevo producto, o con un problema que no puede resolver y por el que está dispuesto a pagar una buena recompensa.
La exploración de mercados para la innovación es un gatillante de nuevos negocios, a partir de la observación de las operaciones de los clientes. En la observación del usuario final se detectan sus problemas y se generan ideas de soluciones que pueden convertirse en el próximo producto estrella de la compañía. Para ello, hay metodologías que pueden apoyar el proceso disminuyendo el riesgo y aumentando la efectividad de la exploración, la que debe finalizar una oportunidad de mercado caracterizada a través del problema del cliente, la cuantificación y segmentación del mercado, el diseño conceptual de la solución y la evaluación del negocio.
Con este punto de partida, se generan incentivos para que los directivos de la empresa se comprometan con un proceso innovador que conlleva la promesa de mayores ventas, crecimiento y subsistencia de la compañía.