José Manuel Silva Director de inversiones de LarrainVial Asset Management
Debo reconocer que en mi “carrera” como columnista he utilizado más de una vez este título, que recuerda aquella icónica película sobre el golpe de Estado en Indonesia (con un Mel Gibson casi “millennial”). Sin embargo, debo admitir también que pocas veces es tan apropiado.
Un mundo con más de 13 trillones de dólares en stock de bonos con tasas negativas, y que al mismo tiempo parece enfrentarse a los rendimientos decrecientes de la política monetaria y ve surgir numerosos políticos populistas de diversos colores, es un mundo económicamente riesgoso.
A ello sumamos que el mundo parece haber alcanzado un peak de globalización y que lentamente se adentra en un laberinto proteccionista, pero sin ningún Hilo de Ariadna para salir de él; donde las dos mega potencias inician una nueva Guerra Fría comercial que es poco probable se apague pronto: nuevo reflejo de la trampa de Tucídides.
Un mundo con liderazgos sin sabiduría: ni Trump es Reagan, ni Johnson es Thatcher, ni Xi Jinping es Deng. Y con demasiados líderes que enarbolan una rabia populista: Erdogan, Trump, Putin, Maduro, Bolsonaro, Duterte. Pero al mismo tiempo un mundo que vuelve a ser multipolar y por ende más inestable, lo que justificaría un alza del riesgo país en todos los activos de riesgo globales.
Un mundo que parece estar enfrentando una difícil disyuntiva medioambiental, pero en donde el liderazgo lo asume una rabiosa adolescente, con los bemoles clásicos de la rabia adolescente (emotividad, poca racionalidad, falta de experiencia y empatía).
Un mundo que envejece rápidamente, pero que no tiene una solución a cómo pagará las pensiones y los gastos médicos de sus viejos, pese a que ya tiene una gran mochila de deuda fiscal y de promesas actuariales sin fondos para respaldarlas.
Un mundo en donde se hará evidente la gran polarización de las élites gobernantes en la principal potencia económica y mayor democracia liberal. La campaña presidencial norteamericana, con impeachment de por medio y probable victoria de Elizabeth Warren en el campo demócrata, promete un auge en la crispación social no visto desde la era de Luther King y el asesinato del Robert Kennedy.
En paralelo, el mundo se desayunará ante un programa de gobierno demócrata que se parecerá más al de la social democracia sueca de los treinta que al de Clinton. Si a ello sumamos una probable elección anticipada en Inglaterra con la amenaza laborista de Corbyn (que quiere reestatizar mucho de lo que privatizó Thatcher), nos encontramos que el mundo anglosajón, otrora líder del campo occidental capitalista, se encuentra paralizado y confundido. Cuan felices deben estar Putin y su ejército de hackers.
Finalmente, un panorama incierto en nuestra región, con Argentina que vuelve a flirtear con el Hades y un Chile con amnesia sobre las causas profundas de por qué se convirtió en la sociedad más próspera de la región. Con una potencial candidata presidencial opositora que enarbola a Bolivia como ejemplo de modelo de desarrollo (una vez más Beatriz Sánchez demuestra su gran desconocimiento en materias económicas, pues Bolivia tiene pies de barro), con un crecimiento que de nuevo se tranca e instituciones antes prestigiosas, hoy en el suelo.
En fin, por todo lo anterior, en los próximos doce meses viviremos en peligro. Para los inversionistas aconsejaría tener una parte de su cartera en los llamados activos anti frágiles: el dólar, el oro, el franco suizo; y algo de duración en renta fija, donde no hay tasas negativas. Para el resto de los ciudadanos les dejo una de las famosas frases de Winston Churchill: “El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatal: es el coraje para continuar lo que importa”.
Fuente: Diario Financiero, septiembre 27 de 2019