Nuestra innata tendencia a juntarnos se ha puesto a prueba. A algunos les ha costado mucho. Tenemos que pedir permiso para salir. Grandes y chicos. Pero convénzanse: una de las medidas más efectivas para evitar el contagio del coronavirus es la distancia. Paradojal forma de “protegernos”. Entre más separados estemos, tanto más seguros y sanos saldremos de esta pandemia.
Una buena lección de vida para el futuro próximo. Lo “normal”, como lo conocíamos, no será nunca igual. Cambiamos y para siempre. Nuestros hábitos de vida ya han encontrado nuevas formas de expresión.
Algunos puntos para considerar. El comercio cambió sin vuelta atrás. El mercado digital, las compras por la web, dejaron de ser la excepción para transformarse definitivamente en el camino de intercambio del futuro próximo. Para quienes lo veían con algo de distancia, desde hoy será herramienta tan cotidiana como obligatoria.
Una gran tarea es la construcción de espacios sociales seguros y construcción de viviendas. Es fácil hablar de cuarentena cuando se tiene una casa grande. La inmensa mayoría de los chilenos vive en casas pequeñas. Hay que repensar los espacios comunes. Que sean seguros y accesibles para todos. La construcción de comunidades habitacionales no se puede reducir a casas, sino que debe incorporar por fuerza espacios que hagan la vida más llevadera. La “prolongación” de la vivienda en un espacio sano, verde, será una exigencia vital.
Hemos aprendido a vivir con menos, en forma más sencilla. Tantas cosas que pensábamos esenciales, no lo son.
La vida familiar es exigente. Y seguro lo hemos descubierto en estas semanas. Exige creatividad, solidaridad, generosidad. Nada es obvio en la vida familiar. Supone una gran proactividad y dedicación. La familia no es un elemento más en la vida personal, sino que una prolongación de la propia existencia. De ahí que hay que cuidarla, estimularla, revitalizarla.
Seguro repensaremos el equilibrio entre la educación presencial y la virtual. La sala de clases no desaparecerá. Muchos cursos que se ofrecen “online” tienen en algún momento bloques de trabajo presencial. Es de humanos encontrarse. Pero, ¿necesitamos tantas clases como tenemos hoy? Una pregunta válida a raíz de lo que hemos vivido en este tiempo insólito.
Y cambió nuestra relación con Dios. La humanidad se ha experimentado más frágil, tomado conciencia de sus debilidades, flaquezas y miserias. Obligados a sincerarnos y reconocer nuestra dependencia de algo que nos supera. Hacerle un mayor espacio a Dios es volverse más cercano, más humano.
Fuente: Diario Financiero, abril 13 de 2020